martes, 22 de septiembre de 2015

San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla

Se dice que el 13 de Octubre de 1884, el Papa León XIII, experimento una visión horrible: después de celebrar la Eucaristía, estaba consultando sobre ciertos temas con sus cardenales en la capilla privada del Vaticano cuando de pronto se detuvo al pie del altar y quedo sumido en una realidad que solo el veía...

Su rostro tenía expresión de horror y de impacto. Se fue palideciendo. Algo muy duro había visto. De repente, se incorporó, levanto su mano como saludando y se fue a su estudio privado. Lo siguieron y le preguntaron: ¿Que le sucede su Santidad? ¿Se siente mal? 

El respondió: "¡Oh, que imágenes tan terribles se me han permitido ver y escuchar!", y se encerró en su oficina.


¿Qué vio León XIII?
"Vi demonios y oí sus crujidos, sus blasfemias, sus burlas. Oí la espeluznante voz de Satanás desafiando a Dios, diciendo que él podía destruir la Iglesia y llevar todo el mundo al infierno si se le daba suficiente tiempo y poder. Satanás pidió permiso a Dios de tener 100 años para poder influenciar al mundo como nunca antes había podido hacerlo."

También León XIII pudo comprender que si el demonio no lograba cumplir su propósito en el tiempo permitido, sufriría una derrota humillante. Vio a San Miguel Arcángel aparecer y lanzar a Satanás con sus legiones en el abismo del infierno.

Después de media hora, llamo al Secretario para la Congregación de Ritos. Le entregó una hoja de papel y le ordenó que la enviara a todos los obispos del mundo indicando que bajo mandato tenía que ser recitada después de cada misa, la oración que ahí el había escrito:


ORACIÓN:

San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla
contra las maldades e insidias del demonio.
Se nuestra ayuda, te rogamos suplicantes.
¡Que el Señor nos lo conceda!
Y tú, príncipe de las milicias celestiales,
con el poder que te viene de Dios
arroja en el infierno a Satanás
y a los otros espíritus malignos
que ambulan por el mundo
para la perdición de las almas. Amén. 

El Papa León XIII, en 1886 introdujo esta invocación del Arcángel San Miguel después de la Misa. No se trata de una nueva oración, sino de una invocación aislada, con carácter de exorcismo.
(Jungmann, Josef, El Sacrificio de la Misa, BAC página 1026)

El Papa San Juan Pablo II, el 24 de abril de 1994 dijo así:

"Quiera Dios que la oración nos fortalezca para la batalla espiritual de la que habla la carta a los Efesios: «Fortaleceos en el Señor y en la fuerza de su poder» (Ef 6, 10). A esa misma batalla se refiere el libro del Apocalipsis, reviviendo ante nuestros ojos la imagen de san Miguel arcángel (cf. Ap 12, 7). Seguramente tenía muy presente esa escena el Papa León XIII cuando, al final del siglo pasado, introdujo en toda la Iglesia una oración especial a san Miguel: «San Miguel arcángel, defiéndenos en la batalla contra los ataques y las asechanzas del maligno; sé nuestro baluarte...» Aunque en la actualidad esa oración ya no se rece al final de la celebración eucarística, os invito a todos a no olvidarla a rezarla para obtener ayuda en la batalla contra las fuerzas de las tinieblas y contra el espíritu de este mundo."

Papa Francisco, 29 de septiembre de 2014Fiesta de los arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael
"Este es un día particularmente apropiado para dirigirse a ellos (arcángeles). Y también para recitar esa oración antigua pero tan hermosa del arcángel Miguel, para que siga luchando y defendiendo el misterio más grande de la humanidad: que el Verbo se hizo hombre, murió y resucitó"

Oración a San Miguel:
(León XIII, 18 de mayo de 1890; Acta Apostolicae Sedis, p. 743)

¡Oh glorioso príncipe de las milicias celestes, san Miguel arcángel, defiéndenos en el combate y en la terrible lucha que debemos sostener contra los principados y las potencias, contra los príncipes de este mundo de tinieblas, contra los espíritus malignos!
Ven en auxilio de los hombres que Dios ha creado inmortales, que formó a su imagen y semejanza y que rescató a gran precio de la tiranía del demonio.
Combate en este día, con el ejército de los santos ángeles, los combates del Señor como en otro tiempo combatiste contra Lucifer, el jefe de los orgullosos, y contra los ángeles apóstatas que fueron impotentes de resistirte y para quien no hubo nunca jamás lugar en el cielo.
Si ese monstruo, esa antigua serpiente que se llama demonio y Satán, él que seduce al mundo entero, fue precipitado con sus ángeles al fondo del abismo. Pero he aquí que ese antiguo enemigo, este primer homicida ha levantado ferozmente la cabeza. Disfrazado como ángel de luz y seguido de toda la turba y seguido de espíritu malignos, recorre el mundo entero para apoderarse de él y desterrar el Nombre de Dios y de su Cristo, para hundir, matar y entregar a la perdición eterna a las almas destinadas a la eterna corona de gloria. Sobre hombres de espíritu perverso y de corazón corrupto, este dragón malvado derrama también, como un torrente de fango impuro el veneno de su malicia infernal, es decir el espíritu de mentira, de impiedad, de blasfemia y el soplo envenado de la impudicia, de los vicios y de todas las abominaciones. Enemigos llenos de astucia han colmado de oprobios y amarguras a la Iglesia, esposa del Cordero inmaculado, y sobre sus bienes más sagrados han puesto sus manos criminales. Aun en este lugar sagrado, donde fue establecida la Sede de Pedro y la cátedra de la Verdad que debe iluminar al mundo, han elevado el abominable trono de su impiedad con el designio inicuo de herir al Pastor y dispersar al rebaño.
Te suplicamos, pues, Oh príncipe invencible, contra los ataques de esos espíritus réprobos, auxilia al pueblo de Dios y dale la victoria. Este pueblo te venera como su protector y su patrono, y la Iglesia se gloría  de tenerte como defensor contra los malignos poderes del infierno. A ti te confió Dios el cuidado de conducir a las almas a la beatitud celeste. ¡Ah! Ruega pues al Dios de la paz que ponga bajo nuestros pies a Satanás vencido y de tal manera abatido que no pueda nunca más mantener a los hombres en la esclavitud, ni causar perjuicio a la Iglesia.
Presenta nuestras oraciones ante la mirada del Todopoderoso, para que las misericordias del Señor nos alcancen cuanto antes. Somete al dragón, la antigua serpiente que es diablo y Satán, encadénalo y precipítalo en el abismo, para que no pueda seducir a los pueblos. Amén
- He aquí la Cruz del Señor, huyan potencias enemigas.
Venció el León de Judá, el retoño de David
-Que tus misericordias, Oh Señor se realicen sobre nosotros.
Como hemos esperado de ti.
-Señor, escucha mi oración
Y que mis gritos se eleven hasta ti.
Oh Dios Padre Nuestro Señor Jesucristo, invocamos tu Santo Nombre, e imploramos insistentemente tu clemencia para que por la intercesión de María inmaculada siempre Virgen, nuestra Madre, y del glorioso san Miguel arcángel, te dignes auxiliarnos contra Satán y todos los otros espíritus inmundos que recorren la tierra para dañar al género humano y perder las almas. Amén

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