Hagadot sobre el Génesis 3 - Daniel Lifschitz:

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A pesar de que el Señor conocía bien la situación de Adán, comenzó su discurso, a propósito, con una pregunta, para facilitarle a Adán el reconocimiento de su culpa.
"¿Cómo es posible un cambio tan drástico? Hace poco te comportabas según mi voluntad y ahora obedeces a la serpiente; hace poco dominabas el mundo y ahora tienes que esconderte entre los árboles del jardín".
Esto se puede comparar a la historia de un mercader, que tenía que pasar el sábado en una posada y llevaba consigo un cofre en el que conservaba todos sus haberes. No queriendo llevar consigo la llave del cofre (ya que temía profanar el sábado) decidió dejarla dentro, y llamar después de la fiesta a algún artesano para que le abriera la cerradura. El posadero, que era poco honrado y deseaba los tesoros del mercader, descubrió entre sus llaves una que abría la cerradura. Abrió el cofre y robó todo su contenido. Cuando, pasado el sábado, el artesano fue a abrir el cofre, la sorpresa del mercader fue grande al verlo vacío, con su llave dentro. "Puesto que la llave estaba dentro ¿cómo ha sido abierto el cofre?" se preguntó.
Lo mismo preguntaba el Santo, bendito sea, a Adán: "Puesto que, tal como te había creado, no conocías las pasiones, ni el deseo (pasión por el todo) del fruto del árbol de la ciencia que te había prohibido, ¿cómo es que tu corazón se ha abierto al deseo?" Y Adán respondió: "Fue la llave de otro la que abrió mi corazón"...
Dios utilizó la expresión "Dónde estás" para despertar en adán la conversión, dándoles a entender cuán bajo había caído. La palabra "ayeka" (dónde estás) se puede también puntear y leer "aika", que es un grito de dolor. Dios exclamó: "Ay de mí, ¿cómo es que has caído?". Él experimentó un gran dolor por la caída de Adán.
El Señor le preguntó: "¿Por qué, de modo tan impensado, temes mi voz?"
"Señor del Universo, respondió Adán, me he dado cuenta de que tu Shekiná se ha alejado del Paraíso. ¡Me siento desnudo, despojado del único mandamiento que me has dado, y por eso me he escondido!
Añadió el Señor: "¿Acaso tratas de esconderte en un lugar tan secreto que yo no lo descubra?"
El Señor siguió interrogando a Adán, con la esperanza de que confesase su pecado para poder perdonarle. Le preguntó: "¿Acaso has comido del árbol que te prohibí comer?"...
... Adán no confesó su culpa, sino que respondió: "La mujer que me diste como compañera, me dio del árbol y comí"
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