Fragmentos de las cartas de Santa Clara de Asís a Santa Inés de Praga.
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Amándole, sois casta;
abrazándole, os haréis más pura;
aceptándolo, sois virgen.
Su poder es más fuerte,
su generosidad más alta,
su aspecto más hermoso,
su amor más suave,
y todo su porte más elegante
Y ya os abraza estrechamente Aquel que ha ornado vuestro pecho con piedras preciosas,
y ha puesto en vuestras orejas por pendientes unas perlas de inestimable valor,
y os ha cubierto con profusión de joyas resplandecientes, envidia de la primavera,
y os ha ceñido las sienes con una corona de oro, forjada con el signo de la santidad.
Así, pues, hermana carísima, y aún más, señora respetabilísima,
pues sois Esposa y Madre y Hermana de mi Señor Jesucristo,
adornada esplendorosamente con el estandarte de la virginidad inviolable
y de la santísima pobreza: ya que vos habéis comenzado
con tan ardiente anhelo del Pobre Crucificado, confirmaos en su santo servicio" (1 CartaAInes.2).
"...Abraza como virgen pobre a Cristo pobre.
Míralo hecho despreciable por ti, y síguelo, hecha tú despreciable por Él en este mundo.
¡Oh reina nobilísima!, observa, considera,
contempla con el anhelo de imitarle a tu Esposo,
el más bello entre los hijos de los hombres,
hecho por tu salvación el más vil de los varones:
despreciado, golpeado, azotado de mil formas en todo su cuerpo,
muriendo entre las atroces angustias de la cruz.
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Porque, si sufres con Él, reinarás con Él;
si con Él lloras, con Él gozarás;
si mueres con Él en la cruz de la tribulación,
poseerás las moradas eternas en el esplendor de los santos,
y tu nombre, inscrito en el libro de la vida, será glorioso entre los hombres.
Y así obtendrás para siempre, por los siglos de los siglos,
la gloria del reino celestial en lugar de los honores terrenos y transitorios,
participarás de los bienes eternos a cambio de los perecederos,
y vivirás por los siglos de los siglos.
Adiós, carísima hermana, y aún señora mía por tu relación con el Señor tu Esposo" (2 CartaAInes.4.5).
"Dichosa realmente tú, pues se te concede participar de este connubio [matrimonio] y adherirte con todas las fuerza del corazón a Aquel cuya hermosura admiran sin cesar todos los bienaventurados ejércitos celestiales;
cuyo amor aficiona,
cuya contemplación nutre,
cuya benignidad llena,
cuya suavidad colma;
su recuerdo ilumina suavemente,
a su perfume revivirán los muertos;
su vida gloriosa hará felices a todos los ciudadanos de la Jerusalén Celestial,
porque Él es esplendor de la eterna gloria,
reflejo de la luz perpetua y espejo sin mancilla.
Tú, ¡oh reina, Esposa de Jesucristo!, mira diariamente este espejo y observa constantemente en él tu rostro:
así podrás vestirte hermosamente y del todo, interior y exteriormente, y ceñirte de preciosidades, y adornarte juntamente con las flores y las prendas de todas las virtudes, como corresponde a quien es hija, esposa castísima del Rey supremo" (4 CartatAInes.3).
"Y así te inflamarás más y más fuertemente en el fuego de la caridad, ¡oh reina, esposa del Rey celestial! Contempla, además, sus inexpresables delicias, sus riquezas y honores perpetuos; y, suspirando de amor, y forzada por la violencia del anhelo de tu corazón, exclama en alta voz: ¡Atráeme!¡ Correremos a tu zaga al olor de tus perfumes, oh Esposo celestial!" (4 CtIn 4-5).
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