martes, 11 de agosto de 2015

Santa Chiara d'Assisi: "Esposa y Madre y Hermana de mi Señor Jesucristo"


Fragmentos de las cartas de Santa Clara de Asís a Santa Inés de Praga.


"Porque vos hubierais podido disfrutar más que nadie de las pompas y de los honores y de las grandezas del siglo... con la gloria suprema de desposaros con el ínclito emperador...y lo habéis desdeñado todo... uniéndoos con el Esposo del más noble linaje, el Señor Jesucristo


Amándole, sois casta;
abrazándole, os haréis más pura;
aceptándolo, sois virgen.

Su poder es más fuerte,
su generosidad más alta,
su aspecto más hermoso,
su amor más suave,
y todo su porte más elegante

Y ya os abraza estrechamente Aquel que ha ornado vuestro pecho con piedras preciosas,
y ha puesto en vuestras orejas por pendientes unas perlas de inestimable valor,
y os ha cubierto con profusión de joyas resplandecientes, envidia de la primavera,
y os ha ceñido las sienes con una corona de oro, forjada con el signo de la santidad.

Así, pues, hermana carísima, y aún más, señora respetabilísima,
pues sois Esposa y Madre y Hermana de mi Señor Jesucristo,
adornada esplendorosamente con el estandarte de la virginidad inviolable
y de la santísima pobreza: ya que vos habéis comenzado
con tan ardiente anhelo del Pobre Crucificado, confirmaos en su santo servicio" (1 CartaAInes.2).

"...Abraza como virgen pobre a Cristo pobre.
Míralo hecho despreciable por ti, y síguelo, hecha tú despreciable por Él en este mundo.
  
¡Oh reina nobilísima!, observa, considera,
contempla con el anhelo de imitarle a tu Esposo,
el más bello entre los hijos de los hombres,
hecho por tu salvación el más vil de los varones:
despreciado, golpeado, azotado de mil formas en todo su cuerpo,
muriendo entre las atroces angustias de la cruz.
  

Porque, si sufres con Él, reinarás con Él;

si con Él lloras, con Él gozarás;
si mueres con Él en la cruz de la tribulación,
poseerás las moradas eternas en el esplendor de los santos,
y tu nombre, inscrito en el libro de la vida, será glorioso entre los hombres.
Y así obtendrás para siempre, por los siglos de los siglos,
la gloria del reino celestial en lugar de los honores terrenos y transitorios,
participarás de los bienes eternos a cambio de los perecederos,
y vivirás por los siglos de los siglos.

Adiós, carísima hermana, y aún señora mía por tu relación con el Señor tu Esposo" (2 CartaAInes.4.5).


"Dichosa realmente tú, pues se te concede participar de este connubio [matrimonio] y adherirte con todas las fuerza del corazón a Aquel cuya hermosura admiran sin cesar todos los bienaventurados ejércitos celestiales;
cuyo amor aficiona,
cuya contemplación nutre,
cuya benignidad llena,
cuya suavidad colma;
su recuerdo ilumina suavemente,
a su perfume revivirán los muertos;
su vida gloriosa hará felices a todos los ciudadanos de la Jerusalén Celestial,
porque Él es esplendor de la eterna gloria,
reflejo de la luz perpetua y espejo sin mancilla.

Tú, ¡oh reina, Esposa de Jesucristo!, mira diariamente este espejo y observa constantemente en él tu rostro:
así podrás vestirte hermosamente y del todo, interior y exteriormente, y ceñirte de preciosidades, y adornarte juntamente con las flores y las prendas de todas las virtudes, como corresponde a quien es hija, esposa castísima del Rey supremo" (4 CartatAInes.3).

"Y así te inflamarás más y más fuertemente en el fuego de la caridad, ¡oh reina, esposa del Rey celestial! Contempla, además, sus inexpresables delicias, sus riquezas y honores perpetuos; y, suspirando de amor, y forzada por la violencia del anhelo de tu corazón, exclama en alta voz: ¡Atráeme!¡ Correremos a tu zaga al olor de tus perfumes, oh Esposo celestial!" (4 CtIn 4-5).

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